Se acerca el Día de los Padres, tal vez como pretexto y también como una necesidad de repensar los verdaderos sentidos de la paternidad, más allá de las creencias que se han legitimado en la cultura patriarcal. Ser papá también es un beso, leer un cuento en las noches, preparar la toma de leche y cambiar pañales. Ser hombre no significa renunciar a la ternura y la entrega.

Creo que los desafíos de las masculinidades contemporáneas están en despojarse de los desafíos absurdos que ha impuesto el machismo: conquistar los poderes y posiciones sociales y olvidarse del sagrado nido que es la familia.

Pensar en Diverso, entre apasionamientos y con la intención de remover sentimientos, recrea imágenes únicas:  los rostros de placer de  hombres que a pesar de las dificultades cotidianas apuestan por los besitos empolvados de sus pequeños, que no paran de hacer travesuras; ahí están, juntos a ellos con la misma disposición que organizan su trabajo, también arreglan sus juguetes . Esos padres valientes que se comprometen con el día a día de sus hijos, son los héroes de la vida, saben que existe el miedo, la dudas pero el sentido del amor y su deseo de ver felices a sus hijos lo puede todo.

Ese beso de papá es necesario, mientras los niños y niñas dicen papito, ahí surge un sentir único que transforma cualquier aspereza en ternura y refugio, sostén y vida.