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Estoy aprendiendo a ser madre

El mayor regalo de mi vida ha sido mi pequeña Ami; puede parecer un lugar común repetido en las postales del día de las madres y los mensajes mediáticos alegóricos a la fecha. Y es que, para mí, la maternidad estaba rodeada de idealizaciones y además de creencias que por el solo hecho de que era ya mujer iba a ser madre por naturaleza, yo tendría que aprender muy poco, me tocaría entonces enseñar a mis hijos y para sorpresa y dicha mía: la llegada de mi hija ha sido un proceso constante de aprendizaje emocional, de economía, de organización del tiempo y sobre todo de como amar a nuestros hijos de la mejor manera.

Mis primeras lecciones de amor las encontré en la lactancia materna, que para las que nos estrenamos como madres, es un gran desafío; porque nuestra biología nos dice que ya podemos dar alimento, pero lactar no es una simple acción biológica: implica amor y también un entrenamiento afectivo que no solo incluye a la madre para que sea más armonioso el padre debe aportar compresión y apoyo.

En los años que llevo de madre soy mucho más compresiva y agradecida con mi mamá, ahora siento que las madres son esas heroínas cotidianas que tienen derecho a estar cansadas, a llorar, a sentir dudas y pensar que no pueden con las cargas porque el día a día agota; por tanto, debemos educar a nuestros hijos en el respeto al trabajo doméstico de las madres y romper con los roles tradicionales de género que solo limitan el vivir de forma más plena las relaciones familiares, como madre he sido padre, le toca a los padres ser madres también.

Y las mayores enseñanzas me las ofrece cada día esa niña que mueve mi mundo: me enseña que ella es feliz viendo la luna en cada esquina, no necesita más y uno de tonta le busca el gran paseo, mientras con su mirada de asombro nos regala las auténticas alegrías de la vida.

Cada paso de Ami implica repensar mis métodos de educarla, porque lo que más deseo es que sea feliz y un gran ser humano, eso implica ser dura con ella, aunque el alma se me comprime, pero esa dureza tampoco puede ser maltrato, uno debe reinventarse mil estrategias para encauzar esa vida que no nos pertenece; sin embargo, es un pedacito de uno que nos va enseñando también a descubrir el mundo.

Hoy la única certeza que tengo es el amor infinito que siento por mi hija, todavía estoy aprendiendo a ser madre.

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