Ud. está en
Home > Actualidad > Martí, luz de América

Martí, luz de América

Por Adrian Ludet Arévalo Salazar/Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales.

El fragor del combate dejó tendido en Dos Ríos al precursor, al hombre sereno de mirada firme y resuelta. Entraba el Maestro a la luz, sin terminar quedaba la obra, sin concluir el necesario entendimiento y comprensión de su pensamiento. Aún, en plena República, lastrada quedaba su obra y todo lo enorme de su pensar, sin la profundidad merecida a los justos y fundadores de la nación y de la tierra inmensa de América.

Solo se asomaron los menos, pero no por ello, los menos importantes, a esa necesidad de sondear a plenitud las ideas fecundas del pensador, del hombre de pluma viril y accionar demostrativo, y se contaron entre ellos a los iniciadores de algo, de luchas y combates reivindicadores, en la Cuba de la primera mitad del siglo XX.

En esto jugaron un papel importante los albaceas martianos, la familia Quesada, depositaria primigenia de casi todo lo dicho, escrito o hecho por Martí. La voz de Martí fue siempre difícil de comprender, la lentitud siempre fue algo que lo acompañó, las incomprensiones, entre familiares y compañeros de lucha, fueron sometidas a la agudeza de los Pinos Nuevos o Con todos y para el bien de todos.

Sus contemporáneos criollos no vislumbraron la estatura mayor, el alcance centrípeto de su prosa y vibrante oratoria, quien, sin embargo, recibió de Víctor Hugo el homenaje admirado; de Darío, el Rubén de Nicaragua, la aseveración de que Martí escribía como nadie en España o América, capaz de fotografiar y esculpir en la lengua, pintar o cuajar la idea, y cristalizaba el verbo en la letra, y su pensamiento era un relámpago y su palabra un tímpano o una lámina de plata o un estampido.

Martí tardó; tardó en ser reconocido en su estatura de Héroe de todos los cubanos, aunque las estatuas comenzaron a esculpirse iniciada la República, levantadas donde debían estar, a decir del Dr. Eusebio Leal, en el centro.

Así, la primera se erigió en el Parque Central, bajo la custodia del Marqués Cisneros y el viejo y acendrado Gómez y de la imprenta, bajo peculio personal de Gonzalo de Quesada, comenzaron a diseminarse la completa de sus obras, 15 tomos forjadores de la impronta martiana, iniciando con ello, en pleno 1900, la resonancia martiana, devenida en mito y realidades, reafirmada en los primeros biógrafos del Apóstol, de los cuales, Mañach fue el epónimo, en los escritos de Julio Antonio Mella, iniciados en 1926 o de Leonardo Griñán Peralta, santiaguero, con Martí, líder político, de 1943.

La vorágine martiana en la República se desplegó volcánica en su centenario. La obra se transformó en cimiente, en empuje y semilla del alma nacional, devenida en lucha contra una tiranía, que fraguó bajo el pedestal del héroe y se transformó en una arrolladora avalancha de jóvenes, mujeres y hombres que asumieron las ideas perennes del Apóstol y marcharon con antorchas, que nunca se han vuelto a apagar.

Epg. Luis Ernesto Ruiz Martínez
Lic. en Educación, especialidad Matemática-Computación. Especialista en Docencia en Psicopedagogía. Metodólogo de la Dirección de Comunicación Institucional.

One thought on “Martí, luz de América

  1. Muy buen trabajo. Es muy lindo que recordemos al Maestro desde nuestras propias concepciones.

Leave a Reply

Top