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Un solo camino, una sola línea revolucionaria

Un solo camino, una sola línea revolucionaria

Por Alexander Abreu Pupo

La comprensión del proceso revolucionario cubano transita por el conocimiento profundo de sus hechos, figuras y documentos históricos pero también, y no en menor medida, por la divulgación, explicación y debate que se haga de la historia que fue y no la que muchas veces queremos que hubiese ocurrido. Un hombre como Fidel Castro fue consecuente con ese principio, su discursiva política se sustentó en las tradiciones patrióticas, en sus enseñanzas, en el accionar de sus hombres y mujeres, en la heroicidad popular, en la capacidad de resistencia y aprendizaje ante los reveses, pero sobre todo, en la ética que está por encima de diferencias políticas, en la trascendencia del ejemplo, única forma de alcanzar liderazgo.

Las editoras del mundo, y en especial las cubanas, han publicado a través de compilaciones más de 1400 discursos entrevistas e intervenciones públicas de Fidel Castro. Sin embargo, en el libro  Un solo camino, una sola línea revolucionaria 1868- 2018, compilado por Eugenio Suárez Pérez y con prólogo de Eusebio Leal Spengler, el lector encontrará diez discursos cuyas líneas temáticas encuentran unidad en la historia nacional. Las tres primeras piezas oratorias están constituidas por los que he denominado los “discursos centenarios”: la velada por los cien años del Alzamiento del 10 de Octubre de 1868, el discurso por los cien años de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte y la intervención que hiciera en el acto por el centenario de la Protesta de Baraguá.

Esos discursos contienen un análisis profundo de las raíces de cada uno de los hechos que los motivaron. Es un recorrido por la Guerra Grande, un equilibrado mirar a los hombres y su época; de ellos queda una lección explícita: no se puede juzgar a los hombres de ayer con criterios del presente.

Cuando se mira a la Cuba de hoy, a su gente, sus esfuerzos y necesidades, sus presiones y capacidad de resistir, se llega a la conclusión que estos discursos debieran ser referencia obligada en la labor docente de nuestras instituciones educacionales pero, aún más, debiera conocerse por los que pretenden hacer de la política un oficio y la asumen como profesión y no como obra de servicio público.

En el análisis de Fidel Castro sobre el 10 de Octubre de 1868, la vida y obra patriótica de Ignacio Agramonte y la Protesta de Baraguá, se revela un verdadero ejemplo de cómo se disecciona del hecho histórico su valor cultural y sentido axiológico para las futuras generaciones. Para docentes y funcionarios públicos contienen una advertencia: “Los hechos históricos hay que juzgarlos con mucho cuidado, y hay que analizarlos muy seriamente y sobre bases sólidas”.

Por lo que representa José Martí para la nación cubana, por ser punto de encuentros y desencuentros, porque constantemente lo estamos castrando para acomodarlo a intereses de “izquierdos y derechos”, en el libro, que el lector tendrá la oportunidad de leer, se inserta su pensamiento, y es que no debe ser de otra manera, porque de forma directa o indirecta Fidel Castro, en cada una de sus intervenciones, condujo su mensaje acompañado de la palabra martiana. Muy pocos habrá, como lo hizo Fidel, que lleguen a dominar tanto el pensamiento y acción del héroe de Dos Ríos. Decir lo contrario, negarlo porque la figura o el pensamiento del líder del Moncada no agrada, es cometer un error mayor.

Martí está en los “discursos centenarios”, pero también de forma directa en el cuarto discurso del libro y es el que diera Fidel Castro en la Clausura de la Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, en homenaje al  aniversario 150 del natalicio del Héroe Nacional. Fue una intervención sentenciosa, en mi modesta opinión, después de lo plasmado en La Historia me Absolverá, es el otro momento donde Fidel hace de Martí el centro de sus ideas para dar respuesta a contextos contemporáneos sobre la base de lo que él mismo definió “por encima de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una revolución”.

Una razón más para leer y releer ese discurso, en momentos donde el quiebre ético de muchos de los que conducen procesos políticos o administran a niveles institucionales y predican un patriotismo de salón han olvidado no solo a Martí sino al propio Fidel y de hecho el honor y la dignidad humana.

Los otros discursos que compila el libro no son de menor valía, en ellos está un réquiem por los 50 años de fundado el primer partido marxista leninista de Cuba, una intervención por los primeros 30 años del triunfo de la Revolución, un discurso por los 20 años del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. A estas piezas oratorias se unen dos dedicadas a Girón. La primera es la intervención que hiciera Fidel el 16 de abril de 1961 y la segunda, un discurso por los 35 años de la victoria de Playa Girón.

Se cierra el libro con el discurso en el acto de despedida de duelo, el 7 de diciembre de 1989, a nuestros internacionalistas caídos en misiones internacionalistas y el análisis histórico que hiciera de la Revolución Cubana hasta 1975, en el Informe al Primer Congreso del PCC.  

Si algo me queda por decir, es recomendar la lectura de un libro de imprescindible valor para todos los que pretenden dar cátedra de cómo se investiga la historia de una nación, donde debe resaltarse el estudio crítico del pensamiento de todos sus hombres, sin exclusiones ni prejuicios superficiales.

No se puede olvidar que la historia es amplia y en ella están todos los que han hecho el bien y los que no han contribuido con sus acciones a que la civilización humana sea mejor. La principal fórmula de equilibrar, descubrir y avanzar la dejó el principal protagonista de estas páginas, una sentencia básica para superar las crisis del presente y el futuro, pero con marcado énfasis en la supervivencia de cualquier proceso que pretenda radicalizarse y merezca ser considerado como revolución o cualquiera que se autocalifique de revolucionario: “una revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas.”

Yusmel Pérez Figueredo
Graduado de Historia del arte por la Universidad de Oriente (2002). Profesor de Historia del arte y Arte cubano de la Universidad de Holguín. Especialista de la Dirección de Comunicación Institucional.

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