Nunca es suficiente, ni las palabras que se escriban, la melodía que alguien componga, la búsqueda de flores que en este día valen oro, el esfuerzo por estar juntos, cuando median distancias oceánicas o escasos metros. No bastan el esquivo regalo, el tradicional dulce casero o industrial, ni las floridas tarjetas que tampoco dicen todo.

Nunca es suficiente, menos ahora, que la distancia parece adueñarse sanitariamente de todo, que las palabras siguen sobrando, que la melodía es más digital y las flores siguen costando oro, marchitándose sin ser cortadas o compradas. 

Ahora que tal vez, como otras veces, tengas que calzar la armadura y salir a esforzarte por otros, o detrás de filtros, cristales, mascarillas, ropas, guantes, brindando ayuda, no puedas dar o recibir un beso.

Ahora que quizás tu deber y tu instinto protector, nos separen este día.

Nunca es suficiente, aun cuando el blanco cubra tu cabeza y tal vez me confundas o no me reconozcas, teniendo yo que ser tu memoria y apoyo. No es suficiente, por el cariño retribuido o parco, por tus miles de modos de inventar maneras para invisibilizarme las carencias, y sonreírme como si nada.

No basta para enjugar tus lágrimas porque me fui, por la incertidumbre de mi regreso, o por mi ausencia si no regresé nunca. Suficiente, por las enseñanzas, las horas de desvelo, las travesuras que me perdonaste, o el infinito vacío de tu ausencia física.

Nunca es suficiente, para desearte en esta y todas las fechas, Madre mía, la felicidad. Para expresarte la inmensidad del amor y agradecerte el sacrificio. Para decirte de este y muchos otros modos, donde quiera que estés Felicidades Mamá.