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La culpa… no es de la vaca

Por Ivett de la Caridad Rivera Macías/Estudiante de periodismo.

Calles sin su habitual tránsito, escuelas abandonadas y personas preocupadas; cientos de parques desolados alrededor del mundo, carnavales suspendidos y visitas sin hacer, son consecuencias emanadas de él.

La soledad se ha apoderado de nuestras ciudades, algo inusual en este pueblo fiestero. Los característicos saludos cubanos – de besos y abrazos – han cedido paso a un aislamiento algo incómodo, pero necesario. El silencio hace eco por doquier y, escasamente, se escucha el sonido de algún motor o el pequeño ruido proveniente del sistema de una vieja bicicleta.

El mundo está de cabezas tras su trágica aparición. Los estadistas comienzan a laborar y las estimaciones sobre sus consecuencias son escalofriantes. La economía global pende de un hilo a causa del nuevo CORONAVIRUS.

Su rápida propagación ocasiona pánico en los mercados financieros: caen las exportaciones y se avizora una gran depresión económica. El hecho de que su epicentro fuera la ciudad china de Wuhan empeora la situación. El inicio de la cuarentena allí implicó el cese de la fabricación de importantes piezas para automóviles y computadoras, con lo que se frenó la cadena de producción a nivel mundial.

El paro general en las aerolíneas para socavar la llama de la infección, y el cierre de las fronteras en varios países, significó un freno para el turismo mundial. En tanto, la clausura temporal de las escuelas se convierte en una problemática, sobre todo para los niños desfavorecidos y sus familias, pues propicia la interrupción del aprendizaje, un acceso desigual a las plataformas digitales, incidencias en la alimentación y una tendencia a la deserción escolar.  

Como vemos,  este pequeño virus no ha dejado de lado las implicaciones sociales, sino más bien las ha intensificado con el paso de los días: miles de personas mueren por la enfermedad y otras tantas, como consecuencia de la inanición por falta de alimentos. Los servicios de salud son insuficientes en gran parte del planeta y cientos de miles de empleos sucumben al paso del SARS-CoV-2.

La recesión del transporte, producto de la cuarentena, ha tenido un impacto negativo, al potenciar el desempleo de los trabajadores del sector y eliminar los viajes planificados con anterioridad. En el lado positivo, la aplicación de estas medidas logró reducir el número desproporcionado de infectados – como estaba previsto – y su alcance se extendió, pues la Agencia Europea del Espacio registró una caída impresionante de la contaminación atmosférica, debido a la reducción de la emisión de gases contaminantes.

En esencia, el panorama actual demanda mayor responsabilidad para mitigar los efectos de la crisis y lograr una estabilización de los estados, lo más pronto posible. Y en esta ocasión, la culpa no es de la vaca, sino de aquel que usa corona siendo un virus.

Epg. Luis Ernesto Ruiz Martínez
Lic. en Educación, especialidad Matemática-Computación. Especialista en Docencia en Psicopedagogía. Metodólogo de la Dirección de Comunicación Institucional.

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