Llegan esos días donde en toda Cuba se respira un eterno agradecimiento a esas personas especiales que eligireron la vocación de educar a las nuevas generaciones. Más que un fecha, el mes de diciembre se ha convertido en una oportunidad de celebrar una jornada, donde una flor, una frase, un buen comportamiento, una muestra de cariño… son agasajos que privilegian tanto niños y jóvenes, como sus padres, con el único fin de festejar el Día del Educador.

Es por ello que Carlos hoy se ha propuesto dedicarle un poema a su profe, esa que llega puntual a cada turno de clases e inspira con sus ideas, a cada uno de sus estudiantes para que inviten a su creatividad, amor y talento a que estén presentes en cada acción que realizan desde la cotidianidad. Había pensado en escribirle desde aquella mañana, cuando la profe Beatriz se preocupó, como era habitual, por saber si habían desayunado bien, si habían pasado mucho trabajo para llegar a la Universidad y si estaban estudiando como se esperaba el idioma inglés.

Estos pequeños detalles para Carlos representaban mucho, especialmente, desde que había tenido que comenzar a trabajar por las noches y sentía que el tiempo no le alcanzaba. Casi siempre esos momentos al iniciar el día le animaban mucho y por eso, se decidió a escribirle unas palabras, con el temor de saber el empirismo de aquel intento, pero seguro de la sinceridad y respeto en ellas contenidas.
Iniciativas como estas tienen lugar, de diversas formas, a lo largo del archipiélago como muestra del cariño que los educadores despiertan en sus alumnos. El sacrificio, la constancia, la preparación diaria, la abnegación y la paciencia son solo algunos de los rasgos que distinguen a los hombres y mujeres que se encargan de nuestra educación, desde los niveles primarios, hasta el superior.

Seguramente, muchos de nosotros tenemos a un maestro favorito o varios, que llegaron a motivarnos a ser cada día mejores, a leer para difrutar el viaje, a investigar, a crear, a no tener límites, a ser disciplinados, respetuosos y sobre todo, fieles a nosotros mismos desde la originalidad. Como paradigmas de nuestro crecimiento, cada año, al llegar esta fecha, nuestras acciones se remiten a recordarlos y homenajearlos.
A todos esos evangelios vivos, como los llamara José de la Luz y Caballero, llegue nuestra felicitación y por supuesto, las gracias por formar parte importante de nuestras vidas en su constante formación.