Por Roger Florentino Obregón Tejeda.

Hoy, a tres décadas del monstruoso crimen de Tarará, releía las estremecedoras y vigentes palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la despedida del duelo del Héroe de la República Rolando Pérez Quintosa, el 17 de febrero de 1992, desde entonces él lo comprendió en toda su complejidad: la forma imperialista transnacional que pretende gobernar al mundo se ha puesto, en tiempos de Pandemia, en antagonismo con la humanidad.

Sin embargo, en algún recóndito espacio de esas élites financieras, deberá quedar al menos, una sinapsis de humanismo; como decía Marx en El Capital, ellos también son víctimas de las relaciones de las cuales se creen por encima.

Cómo afirmaba el líder histórico de la Revolución cubana, el problema de la Revolución es y será de los revolucionarios, concepto que hoy debe tener una mirada más amplia, desprejuiciada y ecuménica.

A los marxistas no nos puede caber dudas sobre el hecho de que la redistribución de la riqueza mitiga los órdenes de la explotación y puede aliviar la angustia, pero no puede eliminar las profundas contradicciones y la crisis que emanan de la reproducción del capital a escala global.

A nosotros, los profesores de Marxismo, sobre todo, los que impartimos Economía Política, nos corresponde derribar un bosque de mitos sobre el socialismo. Entre ellos, que la propiedad privada es superior a la colectiva, que el mercado con su engañosa falacia de la oferta y la demanda es mejor mecanismo organizador de la economía y la sociedad que el desarrollo planificado, que el liberalismo es libertad plena y que el individuo es un ser incorregiblemente egoísta por naturaleza.

Esa es la enorme responsabilidad que descansa sobre los hombros de los docentes que impartimos Economía Política, en nombre del Marxismo.