Quizás por acostumbrarnos a la secuencia de las acciones cotidianas, nos cuesta tiempo percatarnos de su exacta dimensión. Las vemos como seres que están predestinados a hacer lo que hacen, de manera que lo llevan en los genes por la práctica establecida por siglos.
Traen en el ADN la capacidad de dominar cada rincón de la casa o del sitio en que estén, de advertir las consecuencias de acciones futuras y adivinar hasta lo que necesitarás para ese viaje que estás a punto de emprender.
Hijos al fin, demoramos en comprender que cuando nos da el ¡buenos días, despierta dormilón¡, lleva una hora preparándolo todo en la madrugada, luchando con el fogón, a ver cómo compone el comienzo del día. Incluso de pequeños le formamos esas «perreticas» porque nos lleva aprisa para el círculo o nos recogió cuando todos los niños se fueron. Mucho tiempo después es que conocemos lo que hace luego de dejarnos a buen respaldo en el seminternado.
El día de las madres trabajadoras no comienza cuando ya tiene los ojos abiertos al sonar la alarma del despertador. Varias horas antes, la noche anterior mientras resumía algún texto de su investigación o arreglaba el bolso del trabajo, planificaba cómo preparar y dividir las cuotas del desayuno y la merienda, dejaba los frijoles en agua y recogía la ropita que lavaría temprano.
Cuando se asoma para ver si ya estás dormido, ya ha alistado esa camisa que llevarás mañana y se levanta como un resorte, luego de la retransmisión de la novela que no pudo ver en la tarde porque estaba en el trabajo, en la cola del mercado o luchando con el transporte; solo para repasar la casa y recoger lo que quedó fuera de su lugar.
Mucho menos sabemos del esfuerzo telúrico que realiza para levantar la sonrisa con que nos recibe por las tardes cuando llegamos. Ella también lidió con el transporte, la escasez, con la jornada laboral y con otras cosas de la vida, de las que no tenemos que preocuparnos porque está ella, y nos atiende como si las energías se le recargaran automáticamente.
A ellas, las madres cubanas de todos los días, trabajadoras, emprendedoras, expertas en todo, jóvenes casi adolescentes, a las poco diestras en la cocina, a las que peinan canas, a las que son madre, padre y familia entera: ¡Muchas gracias y feliz día!