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La juventud cubana: el motor fundamental

Salida de los moncadistas de prisión

Por Víctor Alejandro Aguilera Nonell/Departamento de Historia.

El golpe de Estado castrense dado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, dejó sin derechos constitucionales al pueblo de Cuba. La instauración del gobierno de facto condujo a la eliminación del Congreso de la República, la supresión de los derechos individuales, la prohibición para ejercer sus funciones a los partidos de oposición y una marcada represión que dejó en algo más de seis años y medio un saldo de 20 000 muertos y desaparecidos.

Haciendo alusión a este repugnante acontecimiento Fidel Castro expresó: ¨El 10 de marzo, al trastornar el ritmo constitucional de la nación y agudizar todos los males de nuestra vida pública, abrió muy a su pesar y para su desgracia un nuevo ciclo revolucionario¨.1

En el año del centenario del natalicio del Apóstol, la juventud cubana se convirtió en el motor fundamental para llevar a cabo una nueva estrategia revolucionaria que permitió el logro de la verdadera independencia nacional. El abogado de veinticinco años Fidel Castro Ruz, aglutinó a un importante grupo de jóvenes martianos, con ideas libertarias, de justicia social, que no tuvieron vínculos con la politiquería de la época, y retomó junto a ellos las ideas defendidas por Antonio Guiteras en la década del 30. La lucha armada se convirtió en la única vía posible para alcanzar la soberanía y cumplir los sueños libertarios de José Martí.

Los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes ocurridos el 26 de julio de 1953, se convirtieron en el motor pequeño que hizo arrancar el motor grande de la Revolución; demostrando la existencia de una juventud comprometida con la Patria, que prefirió regar el suelo con su sangre generosa antes de seguir de rodillas en una república sin perspectivas y estrechamente ligada a los monopolios estadounidenses.

De los 158 combatientes comandados por Fidel que se lanzaron a tomar el poder por asalto en Oriente, 5 perdieron la vida en combate, todos en la acción de la posta 3 del Moncada, y 113 fueron capturados en horas y días posteriores. El propio domingo 26, dentro de los muros de la fortaleza militar santiaguera, inició la masacre. El odio de las fuerzas represivas batistianas se convirtió en muerte y dejó un saldo impresionante de 56 revolucionarios asesinados,2 lo cual fue ampliamente graficado por el fotógrafo de la revista Bohemia, Panchito Cano.

La repugnante masacre fue condenada por Fidel en su alegato de autodefensa ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba donde expresó: “(…) Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamusqueados por los disparos a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre”.3

Más adelante concluyó: “(…) Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas. Que hable por mí el Apóstol: Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra”.4

El 26 de julio de 1953 fue el detonante para un proceso revolucionario que tuvo y seguirá teniendo a los jóvenes como la fuerza motriz más importantes. Ante la crueldad y los desmanes de la dictadura batistiana –una de las más sangrientas en América Latina y el Caribe- el pueblo se levantó al llamado de Fidel. En lo adelante y por periodo de cinco años, cinco meses y cinco días se sucedieron de forma acelerada una consecución de hechos políticos y militares que hicieron posible el triunfo de la Revolución cubana.

Tras la salida de los moncadistas de prisión la lucha se consolidó, se unieron fuerzas, se contó con un movimiento organizado y con liderazgo que encabezó desde el 2 de diciembre de 1956 la lucha armada que permitió, con el apoyo irrestricto de la mayoría del pueblo, tomar el poder y cumplir con los sueños legítimos de Martí. El Ejército Rebelde, el Movimiento 26 de Julio, y las demás organizaciones que se sumaron a la lucha, tuvieron a la juventud como el bastión más sólido y determinante. La pujanza de todo un pueblo, condujo irremediablemente al derrocamiento de Batista y su mal llamado Ejército Constitucional.

El triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, significó la conclusión de un proceso de lucha que tuvo sus orígenes el 10 de octubre de 1868 en el ingenio Demajagua. La victoria de Fidel, junto a la inmensa mayoría del pueblo, permitió la edificación de una sociedad justa, soberana e inclusiva. Las ideas defendidas con las armas en el Moncada y plasmadas en el programa de lucha de la Revolución, se convirtieron en la prioridad para el estado naciente, lo cual hizo posible que en sólo un año y diez meses se proclamara su cumplimiento.

No fueron solo la educación y salud gratuita o la entrega de tierras a las familias campesinas pobres y desfavorecidas las que han marcado el profundo sistema de justicia social implementado. Las ideas por las que se derramó sangre valerosa en el Moncada se convirtieron en realidad al desalojar la discriminación racial y sexual, al emancipar a la mujer y ponerlas donde su capacidad lo ha permitido, al ofrecer todas las garantías posibles para el crecimiento armonioso de la infancia y juventud. Es vivir bajo un régimen de tranquilidad ciudadana donde no hay desapariciones forzosas o torturados. Donde la juventud es un tesoro y en ella se piensa para construir un futuro cada vez más prominente y digno, teniendo en cuenta que ha sido la juventud cubana la protagonista de esta gran obra emancipadora y el bastión más firme en su defensa a lo largo de la Historia.

A 68 años de la gesta heroica del 26 de julio, nuestro compromiso más sagrado con aquellos que ofrendaron sus vidas por sólidos ideales, es seguir defendiendo día a día las conquistas logradas, construyendo una sociedad más justa y equitativa, siendo antiimperialistas por convicción y solidarios por devoción. En homenaje a Fidel, Raúl y los jóvenes que con valentía respondieron al llamado de la Patria el día de la Santa Ana, convirtamos cada jornada en una rotunda victoria del Socialismo y en un compromiso de defender hasta la última gota de sangre si fuese necesario las conquistas de nuestra invencible Revolución.

Epg. Luis Ernesto Ruiz Martínez
Lic. en Educación, especialidad Matemática-Computación. Especialista en Docencia en Psicopedagogía. Metodólogo de la Dirección de Comunicación Institucional.

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