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Madres en tiempos de pandemia

Ni el doctor Durán cada día a las nueve de la mañana, puede incluir o pronosticar en su parte las peripecias que realiza una madre cubana, trabajadora, cederista, federada; para llevar a feliz término la gestión de su hogar y de su profesión, sin doblegarse al estrés en tiempos de COVID-19.

Trasladar la oficina con sus papeles de la docencia, el doctorado o la investigación para un evento –que de seguro se desarrolla de forma virtual y exige incorporar nuevas prácticas que conllevan aprendizajes y estirarle horas a la noche-, no es nada comparado con lo que depara el resto de la jornada.

La costumbre de madrugar no se pierde en el aislamiento social. Aunque ahora no hay que levantar tan temprano al niño y aprestarlo para la escuela, debe tener todo listo al amanecer. Hacer sus malabares para tener listo el desayuno, limpiar y sacudir la casa y, realizar alguna que otra labor relegada cien veces antes por la presteza de ir al trabajo.

Todo eso debe hacerlo apenas en minutos, manteniendo el mayor sigilo posible mientras esquiva y recoge juguetes del suelo, vela la cafetera con la atención fija en el punto de leche o en el pan de la tienda que aún no ha llegado.

Debe, además, asomarse de vez en cuando a ver si pasa alguien con ¨algo¨ de la casilla o velar al vendedor ambulante con el que intentará un imposible regateo por el precio de la mano de fongos o la escoba de yarey, mientras ofrece una sonrisa y le pide amablemente que pregone, sí, pero en voz baja cuando pase por aquí, porque todavía los niños no han despertado y le falta mucho por hacer.

Si alguien pensó que el teletrabajo sería placentero en la comodidad del hogar, que le pregunte a la mamá mambisa, investigadora, militante, destacada.

En el horario de las teleclases tiene que superar sus habilidades de tutora para intentar que no le cambien el canal por el de los muñes o, al menos, mantener en la silla al futuro universitario de la familia. Eso lo hace a la misma vez que atiende los frijoles puestos en el fogón, calcula cuánto detergente queda para el lavado de la semana y escucha el parte de Durán por la radio para estar al día y saber si tiene que recolectar más trozos de tela para nuevas mascarillas.

Y ni hablar cuando es su turno de conectarse para trabajar. ¡Que alguien lo intente en una habitación convertida en un campo de pelota o de futbol! Pero la madre es capaz, no solo de permanecer estoica y concentrada en su pantalla, hasta cuando un ¡goool! le irrumpe en la espalda. Ella está atenta al dedo que pretende cambiarle el Moodle por el Facebook y a los cordones que debe amarrár para que no se accidente en sus tropelías.

Todo lo anterior es apenas el comienzo de una jornada cotidiana para la madre soberana, criolla y rebelde, que en tiempos de pandemia se crece y hace que nos empinemos con ella. Gracias a ellas, y junto a ellas, es que podemos enfrentar coronavirus, bloqueos y carencias.

¡Feliz Día de las Madres!

Yusmel Pérez Figueredo
Graduado de Historia del arte por la Universidad de Oriente (2002). Profesor de Historia del arte y Arte cubano de la Universidad de Holguín. Especialista de la Dirección de Comunicación Institucional.

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