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¿Cómo impactan las redes sociales nuestra vida cotidiana?

Por Elianis Cano Mora/ Estudiante de Psicología

Las redes sociales no son ni buenas ni malas, la forma en la que la usamos determina su influencia en la vida cotidiana. Estas fueron creadas para conectar prácticamente sin restricciones, de una forma fácil, debido a que en tan solo segundos podemos socializar con las personas que nos rodean, sin importar su ubicación geográfica. Generalmente esto nos impulsa a pasar largas horas navegando por las redes sociales, incluso sin buscar algo en específico, sino por rutina.

Desde que nos levantamos, “casi todos”, lo primero que hacemos es mirar el móvil, para revisar si hay algún mensaje nuevo o si hay un historial en Facebook. Revisar las redes constantemente se ha convertido en algo automático. Este uso excesivo, daña nuestra vida cotidiana; pues al dejar de hacer la actividad que estábamos haciendo para revisar quien ha escrito, interfiere en nuestra concentración y en la calidad de lo que hacemos. Ustedes pensarán, que solo son unos minutos, pero si los sumas, serán horas perdidas.

Es cierto que, nos ayudan a mantenernos unidos con los familiares y amigos que están lejos; sin embargo, pueden alejar a otras personas que tenemos cerca. Pues, no son pocos los que cuando están en una cena, reunión o en una conversación con amigos, en lugar de disfrutar de su compañía, tienen su atención en el móvil. O, vemos como en lugar de compartir con los que le rodean, se empeñan en tomar las mejores fotos para subirlas por las redes. No nos percatamos de que estamos perdiendo esos momentos que tal vez no se repetirán.

Asimismo, muchos matrimonios dejan de hacer actividades como leer, practicar deporte o cocinar juntos porque ahora prefieren navegar por internet. La comunicación no es la de antes porque en lugar de intercambiar como les ha ido en su día, pasan horas viendo videos en su celular o buscando información sobre su negocio o trabajo.

Aquellas personas que se dedican a promocionar su negocio por las redes o que por cuestiones de trabajo tienen que pasar varias horas conectadas, llegan a sentirse realizadas y satisfechas; pero al mismo tiempo sienten agotamiento físico, pues nuestro cuello y nuestra vista se afectan por su uso excesivo, además del estrés y el agotamiento mental. Una buena parte, antes de dormir dedica tiempo a las redes, cuando se dan cuenta han pasado horas, así que, al comenzar el día, se sienten cansados para realizar con productividad las tareas cotidianas.

Unido a esto vemos como muchos padres no tienen tiempo de calidad con sus hijos, de escucharlos, de jugar con ellos, pues su prioridad es revisar si hay alguna información nueva. Cuando salen juntos a un parque, no aprovechan para compartir con sus hijos, disfrutar del aire o el lugar, sino que tienen su cuerpo presente pero sus ojos y sus pensamientos están en las redes. Los hijos muchas veces no son escuchados, la atención de sus padres hacia ellos es inconstante, provocando falta de afecto y comprensión.

Por otro lado, las personas, principalmente los jóvenes y adolescentes, ven por las redes sociales como otros visten o lucen físicamente, los lugares que visitan y los objetos que poseen. Así que los tratan de imitar, llegando a sentir depresión, ansiedad y una baja en la autoestima por no poder tener lo que otros tienen y no lucir como otros lucen. Sin embargo, no se percatan de que tal vez la otra persona puede usar filtros o aplicaciones para mejorar su imagen. 

Al mismo tiempo, la mayoría de las personas al publicar algún contenido esperan recibir muchos likes, esta espera los mantiene alertas, en constante tensión. Afectando psicológicamente, pues al no recibir los que desean pueden sentir que no son aceptados.

¿Cómo evitar el uso excesivo de las redes sociales?

Tomemos conciencia del tiempo que dedicamos a navegar por las redes. No dejemos que estas se conviertan en algo que necesitamos consumir constantemente, interfiriendo en nuestras tareas cotidianas, en las relaciones con los que nos rodean, en nuestro trabajo o estudio.

Utilicémoslas como un instrumento para acerarnos con los que no tenemos cerca o para tener un tiempo de desconectar de los quehaceres. No es que no la usemos nunca, sino ponerle límites.

Quitemos la opción de las notificaciones, pongamos el móvil en silencio o en modo avión cuando estemos en eventos importantes, en comidas familiares, horarios donde juguemos con nuestros hijos, momentos de calidad en pareja y a la hora de dormir. Mientras no lo necesitemos, pongámoslo lejos de nuestra vista para evitar querer usarlo ¿Y por qué no? Pasemos largas horas o todo un día sin revisar las redes sociales. Esto nos hará sentir en calma.

Cambiemos esos momentos en los que navegamos excesivamente por actividades que antes realizábamos como escuchar música, leer un libro, salir a caminar, practicar algún deporte, hacer algún hobby (pasatiempo) ¡O simplemente, hagamos aquella actividad que desde hace tiempo tenemos pendiente, pero siempre aplazamos!

Epg. Luis Ernesto Ruiz Martínez
Lic. en Educación, especialidad Matemática-Computación. Especialista en Docencia en Psicopedagogía. Metodólogo de la Dirección de Comunicación Institucional.

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