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Educar: alto compromiso

Educar es un compromiso que se adquiere por 24 horas todos los días de una vida

Al decidirse por esta profesión se adquiere un compromiso con el futuro. Sucede que a veces uno no es consciente del todo de ese inalterable lazo con el país. Se sabe que forma parte de un proceso y que, con su labor, contribuye a formar a las nuevas generaciones. Pero educar va más allá de las lecciones del pizarrón y mostrarse lo más compuesto posible para ¨dar el ejemplo¨.

En Cuba se designó el 22 de diciembre como Día del Educador, como un símbolo. En los albores de la Revolución, hace seis décadas atrás, en esa fecha se decretaba la victoria contra el analfabetismo. Se cumplía así con uno de los planteamientos de La Historia me absolverá.  Impulsada por el Che, la Campaña de Alfabetización, era una revolución cultural dentro de un proceso revolucionario sin precedentes en este lado del mundo.

Acabar con la ignorancia y ofrecerles a muchos una nueva posibilidad de crecer parecía una quimera, y fue vencida. Esa gesta fue librada por jóvenes, casi niños la mayor parte de ellos, que se convirtieron en maestros, en titanes que superaron las amenazas de enemigos contrarrevolucionarios, los rigores de la vida en los lugares más pobres y recónditos, y, mucho más difícil aún, los rezagos mentales de sus alumnos y de sus familiares.

Muchos de aquellos continuaron con esta noble profesión, la que es algo así como un sacerdocio que se asume de buena fe. Pero ser educador es más que eso. Es ser revolucionario. Así dicho, con todas las implicaciones de sus posibles significados.

Por supuesto que no me refiero a los que siguieron la inercia de ganarse un salario o tener una carrera con un título. Eso no hace al educador. Hablo de esos revolucionarios que enfrentaron al nuevo enemigo: COVID-19, que tuvieron que dar una clase de ejemplo envueltos en trajes sanitarios, casi como de cosmonautas, que vencieron el temor y parecieron fuertes y seguros ante su familia antes de encaminarse a la misión.

Hablo de los que superan el reto de continuar el perfeccionamiento de nuestros programas de estudio, adaptándolos a las exigencias de esta difícil época; a los que dedicaron horas y horas a aprender nuevas prácticas y saberes para poder virtualizar la enseñanza de una manera real. Para pensar como país, también hay que obrar como país, y eso exige de personas capaces y convencidas de lo que participan. Para crear a esas personas, las que en lo adelante continuarán con el desarrollo de la nación, hay que estar comprometidos.  Y eso es educar, un compromiso que se adquiere por 24 horas todos los días de una vida.

Yusmel Pérez Figueredo
Graduado de Historia del arte por la Universidad de Oriente (2002). Profesor de Historia del arte y Arte cubano de la Universidad de Holguín. Especialista de la Dirección de Comunicación Institucional.

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