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Che y Camilo, amistad imperecedera

Por Norman Infante Portelles

Es de amplio conocimiento la entrañable amistad que se forjó entre el Che y Camilo hasta el punto de convertirse en leyenda.

Según relató Walfrido Pérez, un día durante las primeras jornadas de marcha la Columna No. 2 Antonio Maceo, que Camilo comandaba, llega casi de noche al campamento de la Columna No. 8 Ciro Redondo, cerca del río Salado, y derriba al Che de su hamaca, embistiéndolo con su caballo., “desde el suelo, enredado aún en su frazada, el Che reía como un niño”. “Ya la pagarás, ya la pagarás…”, le dijo. Y Camilo, muerto de risa también, le preguntó: “¿No te da pena estar durmiendo a estas horas?”. La tropa del Che sabía que bromear así con el argentino solo le estaba permitido a Camilo.

¿Pero cómo fue esto posible si tenemos en cuenta tan distintos caracteres y temperamentos?

El Che un profesional, médico, de un carácter fuerte, de disciplina estoica, con una formación marxista y política general que entre los expedicionarios del Granma solo tenían entonces Fidel y Raúl. Camilo, último hombre en incorporarse a la futura expedición, de procedencia humilde, de carácter jovial, extrovertido, bromista empedernido.

El Che arriba a México después de un prolongado recorrido por los países de América del Sur, Centroamérica y recién vivida la experiencia del golpe de estado planeado por la CIA que derrota al gobierno democrático de Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954. Camilo procedente de los EE. UU donde se encontraba al tener que salir de Cuba por su actividad clandestina y en busca de mejorías económicas. Ambos tienen conocimiento de los preparativos de Fidel en México y deciden unírseles.

No hay constancia de que se encontraran antes de abordar el Granma aquel 25 de noviembre de 1956, en la travesía si acaso pudieron intercambiar algunas palabras, tampoco durante los agitados primeros días luego del desembarco cuando son sorprendidos por el ejército batistiano en Alegría de Pio y dispersos. Sí consta que arriban casi simultáneamente el 18 de diciembre del citado año a la casa de Mongo Pérez en Purial de Vicana, marcando ese momento el inicio de una amistad que fue creciendo en la medida que uno descubría en el otro sus mejores cualidades.

De los meses transcurridos compartiendo campamentos, vicisitudes, carencias y peligros nacería esa entrañable amistad.

Escribió el Che: “Camilo tenía hambre y quería comer; tuvimos fuertes broncas con Camilo porque quería constantemente meterse en los bohíos para pedir algo y dos veces por seguir los consejos del “bando comelón” estuvimos a punto de caer en las manos de un ejército que había asesinado allí a decenas de nuestros compañeros. Al noveno día la parte “glotona” triunfó: fuimos a un bohío, comimos y nos enfermamos todos, pero entre los más enfermos, naturalmente, estaba Camilo, que había engullido como un león un cabrito entero”

A raíz de la dispersión de Alegría de Pío, el Che sorprendió con sus compañeros a tres expedicionarios dormidos y exhaustos y los tomó prisioneros con el consiguiente y aleccionador responso. Entre ellos estaba Camilo, quien no olvidó el incidente, y tiempo después, cuando esperaban para enfrentar una tropa del coronel Ángel Sánchez Mosquera, detectaron un grupo de supuestos enemigos en una elevación cercana y arremetieron a tiros contra ellos. Pocos minutos más tarde el jefe “enemigo” se rendía enarbolando un pañuelo blanco. Era el Che, que se había percatado del peligroso choque casual entre dos grupos de la misma guerrilla. Zanjado el incidente, habían quedado en paz.

Pero el Che no estaría nunca a cubierto de las bromas de Camilo que él llamaba jocosamente “camiladas”, y que, pese a su carácter seco y reservado, le divertían. Gracias en primer lugar al Che, el Camilo un tanto disperso e indisciplinado de los primeros momentos fue dando paso al guerrillero responsable y disciplinado que resultaría después.

El Che describe como inicio de ese proceso la conversación que tuvieron un día de intensa hambre en que él había perdido su ración de alimentos y Camilo, con total solidaridad y desprendimiento compartió con él su única lata de leche mientras platicaban de sus familias respectivas y de comida. “Hasta ese momento, no éramos particularmente amigos; el carácter era muy diferente. Desde el primer momento salimos juntos. Desde el Granma, desde la derrota de Alegría de Pío estábamos juntos, sin embargo, éramos dos caracteres muy diferentes. Y fue meses después que llegamos a intimar, extraordinariamente”, confesó el argentino años más tarde.

Camilo nunca olvidaría que fue el Che quien le recomendó a Fidel para liderar su histórica incursión a los Llanos del Cauto, donde sentó cátedra de estratega cumpliendo con creces las instrucciones recibidas de llevar la organización y las leyes revolucionarias al territorio crucial en torno a la ciudad de Bayamo.

Fidel decide reeditar la gran hazaña de la Invasión a Occidente que Máximo Gómez y Antonio Maceo realizaron en diciembre de 1895 frente al enemigo colonialista. Para ejecutar ese plan estratégico, el Comandante en Jefe elige al Che y a Camilo. A fines de agosto de 1958 las columnas invasoras se ponen en marcha. Ya Che y Camilo no son solo compañeros de lucha, comandantes y responsables de un golpe a fondo contra la tiranía batistiana; son también amigos en el pleno sentido de la palabra. El Che sigue siendo recto y austero, profundo y agudo, y Camilo guasón y bromista, cuyas chanzas tocan a todo el mundo, sin excluir al argentino, pero ya con un sentido de la responsabilidad ejemplar. La empresa de la Invasión a Occidente, llevada a cabo con todo éxito como la que le sirvió de modelo, fue ejemplo de audacia, patriotismo y valentía de los combatientes revolucionarios que materializaron tal hazaña.

Fueron el Che y Camilo los primeros comandantes de la Sierra en entrar con sus columnas invasoras en La Habana para ocupar Columbia y la Fortaleza de la Cabaña, respectivamente, cumpliendo cabalmente las orientaciones dadas por Fidel desde Oriente para conjurar los planes de golpe de estado organizados desde la embajada yanqui en esas primeras horas de enero de 1959.

Tras el triunfo, a pesar de las disímiles tareas que enfrentaba el Che desde las responsabilidades a él asignadas y las de Camilo en el Ejercito Rebelde, la amistad se profundizó y fue creciendo, sintiendo mutuamente un gran respeto el uno por el otro.

El 26 de octubre de 1959, en el gran acto de masas realizado junto al antiguo Palacio Presidencial, ambos comandantes pronunciaron discursos y Camilo recitó los emotivos versos de Bonifacio Byrne. Esa fue la última ocasión en que estuvieron juntos, apenas 48 horas después Camilo se perdería para siempre. 

Con posterioridad el Che dejó constancia de esa amistad y respeto por Camilo, dos ejemplos son muestra de ello, a Camilo le dedica el prólogo de su libro “Guerra de Guerrillas” y dio el nombre de su entrañable amigo a su primer hijo, Camilito.

Hoy el pueblo de Cuba honra a esos dos grandes de nuestra historia, quienes pasaron a la eternidad como el “Guerrillero Heroico” y el “Señor de la Vanguardia” y símbolos de entrañable amistad

Yusmel Pérez Figueredo
Graduado de Historia del arte por la Universidad de Oriente (2002). Profesor de Historia del arte y Arte cubano de la Universidad de Holguín. Especialista de la Dirección de Comunicación Institucional.

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