Pertenezco a una generación a la que en clases de Historia de Cuba y en la televisión se les presentaba a nuestros héroes en un alto pedestal de mármol intocable. Tengo recuerdos de cuando en los exámenes de esa asignatura tenías que poner palabras como intransigencia, doctrina militar o independentismo con todas sus letras, aunque tus reflexiones rebasaran lo exigido, para poder alcanzar la máxima puntuación destinada a la pregunta ¡Y ni qué hablar del discurso aprendido y repetido por mis profes de entonces!
Para poner a nuestros héroes en su justa dimensión humana, más cercanos a mí, tuvo que pasar cierto tiempo, unas cuantas relecturas y análisis de la historia y, sobre todo, de intercambios con mis amigos y colegas historiadores que me ayudaron a dialogar con estas figuras trascendentes. Pero sobre todo, tuve que valorar cómo se las enseñaba a mis alumnos y cómo las asimilaban con sus experiencias de milenials y youtubers.
Por eso, cuando por fin pude pagarme un pulóver del Che, lo lucía con tanto o más orgullo que mis insignias de roquero, de parcial incondicional del equipo Cuba –aunque perdieran el boleto olímpico– y de Los Domadores.
Por esas mismas razones quiero imaginar hoy al doctor Antonio ¨Durán¨ Maceo dando el parte de cada día a las nueve de la mañana. Al científico Guevara de la Serna entrevistado en la Mesa Redonda por los avances de Soberana o Abdala.
Imagino al Che con su mascarilla y estetoscopio, mientras atiende a un paciente africano o de otra parte del mundo, en el fragmento de un video de Buena Fe. A Chamaquili dialogando en décimas con ¨Durán¨ Maceo sobre lo que hay que hacerle a los indisciplinados….
Maceo y Che compartieron mucho más que una fecha de nacimiento en años diferentes. Compartieron la huella que dejaron en nuestra tierra, y esa huella fue humana.
La guerra que hoy se nos hace es de modelos culturales, de íconos. Para acompañarnos en esa batalla tenemos que traer de vuelta a nuestros héroes como recordatorio de nuestra intransigencia, de nuestro independentismo, pero en su real dimensión y atemperarlos al siglo xxI.
Por eso, mi desteñido pulóver del Che aún me sirve.