Casi siempre sucede que, los jóvenes que amamos la literatura, preferimos disfrutar en nuestro tiempo libre de una buena novela, de esas que te trasladan a grandes momentos de la historia o simplemente, reflejan nuestra cotidianidad. En este caso, no fue una novela la que robó mi atención, sino un excelente libro, que más que páginas, son pinceladas de vida de una gran mujer nacida en Media Luna, en este mes de mayo donde los aguaceros anuncian su llegada, en el año de 1920.
Se trata de “Celia, mi mejor regalo”, de la autoría de Eugenia Palomares Ferrales, quien fuera hija de crianza de la Madrina del Pueblo, como se llamara cariñosamente a Celia. Junto a otros cinco pequeños, Eugenia tuvo el privilegio de vivir junto Celia, quien los amó con la ternura y rectitud que inspiraba.
Es por ello que, a propósito de celebrarse un aniversario más del nacimiento de Celia y el amor maternal que la distinguió, al recibir en su hogar a niños de diferentes partes de Cuba, que necesitaban de su protección y sensibilidad, compartimos algunas ideas del texto, como un homenaje, además, a todas las madres de nuestra Universidad, a quienes les deseamos muchas felicidades en su día.
Así retrató Eugenia su primer encuentro con Celia:
“Ante mí tenía a la secretaria de la Presidencia de la República y del Consejo de Ministros desde el 24 de marzo de 1962, mediante el Decreto Ley 3143, quien a partir del triunfo de la Revolución atendía innumerables y heterogéneas instituciones del país, entre ellas las relacionadas con la atención a la población.”
Estos son los recuerdos que comparten muchos cubanos que conocieron a Celia, durante aquellos primeros años donde se construía una nueva Cuba, inclusiva, con derechos para todos y que exigía el esfuerzo organizado del pueblo.
Además de su accionar constante, Eugenia nos describe que, aquel primer día que llegó a casa de Celia:
“La miré con esmerada atención: era una mujer delgada, como me había dicho el abuelo; de tez blanca, pelo lacio y oscuro sobre los hombros; estatura mediana, rostro serio y ligeramente alargado. A través de sus grandes ojos, aprecié una mirada firme y tierna, tanto que me inspiró sosiego. Pero su sonrisa… su sonrisa fue tan natural que me pareció conocerla de siempre.”
Anécdotas curiosas, lecciones para crecer, nos invitan a conocer a Celia como la mujer y guerrillera que fue, siempre al lado de Fidel, preocupada por la Revolución, por su gente, dedicada a las tareas de la nación, pero con tiempo para enseñar a sus pequeños cómo portarse bien en la escuela, a compartir con los demás, a regañar con exigencia y a perdonar con cariño.
“Celia, mi mejor regalo” es una oportunidad de aprender, de estar más cerca de esta mujer que es homenajeada cada año, en escuelas, centros de trabajo, en las calles que llevan su nombre y la recuerdan como la Flor más autóctona de la Revolución.